Olivos y más olivos, salpicados de viñedos marcan nuestro camino hacia Valdaracete. No parece que estemos a 60 km de Madrid, ya que el mar de olivos que nos rodea, nos transporta a lo más profundo de Córdoba o Jaén. Un paisaje con cuidados olivares, bien arados y escamujados, y cargados de aceitunas de las variedades manzanilla, carrasqueña y, sobre todo, cornicabra. Lo primero que se ve desde cualquier punto es la monumental iglesia de San Juan Bautista (XVI-XVII), situada en lo más alto del pueblo, de altiva torre de dos épocas, nave única, pilastras toscanas, arcos de medio punto, coro alto en los pies, una bonita capilla dedicada al Santo Cristo de hermosa portada y un retablo mayor que aún conserva su calidad artística a pesar de las torturas bélicas. Su construcción (hecha bajo el patronato del Duque del Infantado) según la tradición, fue dirigida por Juan de Herrera, que vino a este lugar mientras trabajaba como arquitecto real en la obras de El Escorial.
Los más destacado en Valdaracete, es descubrir su entorno natural, caminando o en bicicleta, disfrutando de una panorámica de las vegas de los ríos Tajo y Tajuña. Recorriendo varias sendas entre ellas la Cañada Real Soriana Oriental y el Ferrocarril de los 40 días a su paso por Valdaracete.
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