Villamanrique es un pequeño remanso de paz. Es otro de esos pueblos en los que el tiempo se ha parado en sus calles encaladas en blanco y se oyen los pájaros, los gallos y el tañido de las campanas. A Villamanrique llega el verdor del Tajo; un paisaje de Vega que puede contemplarse desde la plaza de su iglesia, con una curiosa torre octogonal.
El parque fluvial en el que se haya Villamanrique de Tajo, es un área natural de 40.000 metros cuadrados rodeado por el río Tajo. Aquí se disfruta de una importante flora que encontraremos a lo largo de sus agradables y sombreados senderos.
A las afueras encontramos el poblado de Buenamesón, una finca particular que cuenta con iglesia (XVI), restos de un palacete (XVII) y dos árboles de singular belleza: un enorme pino carrasco de 23 metros de altura y 150 años de edad, y un quejigo de 20 metros de alto y 30 de copa. El azud de Buenamesón se levanta junto a los restos del complejo palaciego y refleja la maestría de los ingenieros flamencos y alemanes contratados por Carlos V y Felipe II para mejorar los viejos azudes musulmanes del Tajo.
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