Desde lo alto de la Torre del Homenaje de Villarejo de Salvanés, se entiende lo que significa estar en las “Tierras de la Encomienda”. Un término histórico que hunde sus raíces en los tiempos de la Reconquista, cuando aquí se instaló la poderosa Orden de Santiago, formando una verdadera “columna vertebral” de la defensa del reino de Toledo. Pero es mucho más que un territorio histórico; es un cruce de caminos que llevan al “mar”; es Castilla que se vuelve manchega; son campos infinitos de olivos, viñedos y cereal que hunden sus raíces históricas, hasta los tiempos del Imperio romano.
Esta es tierra de Vinos de D.O. de Madrid, por lo que un recorrido por sus bodegas, es visita obligada. Pero también esconde una riqueza cultural y patrimonial que puede verse sobre todo en Chinchón y Villarejo de Salvanés. En Titulcia, Valdelaguna, Villaconejos y Ciempozuelos, podrás disfrutar… tras haber probado la riqueza gastronómica de sus productos, y la belleza rural de sus calles.
Visitar las Tierras de la Encomienda, supone “cruzar una frontera inmaterial”. Nos adentramos en el Madrid Rural ya que, aunque parezca mentira, a escasos kilómetros está el barullo de la A4 y de la A3. En cuanto conduzcas por sus carreteras comarcales, sentirás como tu corazón se va sosegando. Dejas atrás “la civilización de las autovías y los atascos”, para recorrer paisajes que nos recordarán a los de nuestra infancia: carreteras flanqueadas por árboles, sin semáforos, ni atascos…solo la naturaleza, la carretera y tú. Pueblos que a primera hora huelen a pan recién hecho. En invierno huelen a leña. En primavera se engalanan de geranios y en verano rezuman al sol sus fachadas encaladas.
En Semana Santa para disfrutar de las Pasiones Vivientes de Chinchón y Villarejo de Salvanés. En tiempo de vendimia (septiembre-octubre). En el puente de mayo. En San Isidro, para vivir sus romerías llenas de tradición.